Leía hace un tiempo en una entrevista a Luis Alberto Spinetta del año 2002 sobre ser feliz.

¿Sos feliz?

“La felicidad no ha sido en sí misma un objetivo en mi vida. Mi preocupación excede las felicidades, aún en los momentos en que me pudiera ver de la manera más feliz. Realmente en ese aspecto soy muy obsesivo; hay un fuego que me carcome, que me aqueja desde que nací y que se va a terminar cuando esté en el monoplaza.”

Me propuse escribir un post acerca de este tema.

Las personas de nuestro tiempo están desesperadas por ser felices.

Si preguntaramos de manera aleatoria a un transeúnte cuál es el propósito de la vida es muy probable que responda que se trata de ser feliz.

Para Freud la felicidad no estaba incluida en el plan de la creación.

Según el padre del psicoanálisis las personas llamaban felicidad a la satisfacción episódica de necesidades fuertemente reprimidas.

El método terapéutico que inventó Freud oficia de aguafiestas en este sentido.

Si ponemos el foco en Lacan veremos que el análisis no promete la felicidad. Para ser exactos el análisis no promete nada.

Sí nos habilita la posibilidad de derribar el mandato de felicidad, la obligación de ser felices. Nos ayuda a vivir sin desesperación o depresión.

La desesperación por ser feliz es instalada por el capitalismo más salvaje. Y un proceso analítico tal vez nos permita sortearla.

Posturas de filósofos sobre ser feliz

La postura junguiana al respecto del tema que nos compete está más en la línea de ser receptivos, dejarnos llevar, cultivar la intuición. También Jung escapa a la obsesión por la felicidad.

Es probable que la posición que me resulte más interesante en este sentido sea la de un filósofo. Un tal Frederich Nietzsche.

Para Nietzsche ser feliz es ser capaz de probar la fuerza vital, mediante la superación de la adversidad y la creación de modos originales de vivir.

Contrapone este concepto con la dicha. La dicha significa sólo estar bien gracias a circunstancias favorables, o a la buena fortuna.

En el estado de dicha las personas no tenemos preocupaciones ni sobresaltos.

Nietzche cree que existe la voluntad de poder, una fuerza que nos da la vida y nos hace enfrentarnos a todas las adversidades.

Somos felices cuando superamos lo que nos oprime, cuando aumenta la fuerza en nosotros y nos sentimos llenos de vitalidad.

La voluntad es para este filósofo una furia irrefrenable que supera a la razón.

No se refiere a lo que habitualmente denominamos voluntad, es decir aquellos que nos permite tener actos de querer.

Esta voluntad sería una manifestación superficial de una fuerza que está en lo profundo de nuestro ser, que incluye instintos, pulsiones, inclinaciones que se enfrentan unas con otras.

La voluntad de poder es un deseo involuntario e irracional de crecimiento de superación.

Para Niezstche hace falta ser valiente. Luchar por ser más y mejor.

El ser humano quiere afirmarse a sí mismo, expresar su diferencia individual. A lo que tiende cada ser viviente es a la expansión, al más allá, no a la felicidad.

Los árboles en una selva no compiten por la felicidad, compiten por el poder.

Las palabras de Jorge Stolkiner en su libro Recontextualizando a Reich parecieran seguir estos mismos postulados:

Precisamos entender o que haz que la vida tenga sentido, que merezca la pena ser vivida. El único placer de la existencia es el placer de crecer. No creciendo estamos estancados y eso representa el camino para la muerte en todos los aspectos de nuestra vida”.

Pero volvamos a Friedrich

Este autor no diferencia el altruismo del egoísmo. Realizamos acciones bondadosas porque responden a la voluntad de superación.

Cuando luchamos contra la injusticia lo hacemos porque es una forma de crecimiento. Porque la inacción es debilidad.

La realidad es injusta. Pero aceptar este hecho no implica de modo alguno el conformismo, no intentar cambiar la realidad.

Y cuando reflexionamos no lo hacemos para consolarnos o ser feliz. La reflexión nos sirve para afrontar la vida tal como es, con dureza.

Para Nietzche la vida debe ser tomada como un juego. Y no se refiere a que sea divertido. Quiere decir despojar a la vida de esa seriedad y solemnidad patética que acompaña a los miedosos.

Esto tiene resonancias con los desarrollos posteriores del psicoterapeuta Alfred Adler cuando afirma que al neurótico le acechas siempre el peligro de “hacer algo mal”, “fracasar”, “quedar en ridículo”.

El neurótico no es capaz de “no tomarse las cosas tan en serio”, de “importarle un bledo lo que diga la gente” y de “tomarse la libertad de luchar por sus intereses y defender sus derechos”.

Para Nietzche lo más moralmente elevado es volver a ser un niño. Disfrutar de la vida sin remordimientos, nostalgias o miedos enraizados.

La risa es la mayor manifestación de sabiduría e inteligencia. La felicidad y la alegría se encuentran dentro de la lucha y el dolor.

Por último es interesante observar el papel de la creación y del arte para este filósofo.

Crear es la gran liberación del dolor y el consuelo del alma”.

En un primer momento la creación es el consuelo del alma, pero luego se transforma en lo que da sentido a la vida.

El arte es lo que introduce sentimiento en lo que carecía de él”.

Lo que da contenido a la vida es la fuerza, la vitalidad, la pasión, el instinto desbordante.

La obra de arte aumenta la pasión del protagonista y del espectador. Una obra tiene mayor o menor calidad artística de acuerdo a su capacidad de apasionar.

El mejor libro es el que más te aleja del libro” .